¿Qué le hace la música a nuestro cerebro? Entrevista a Jordi A. Jauset

Música y Cerebro
Tiempo de lectura: 6 minutos

Jordi A. Jauset Berrocal (Lleida, 1955) es Doctor en comunicación, ingeniero y músico. Ha realizado estudios de Máster en Administración de Empresas y en Psicobiología y Neurociencia cognitiva; este último, le sirvió para explotar su faceta como divulgador a través de conferencias y libros sobre los beneficios de la interacción entre el cerebro y la música, “neuromúsica”. Ha sido profesor asociado de Estadística y Economía en la Universidad Ramón Llull, así como profesor colaborador en diversos programas máster de Musicoterapia de distintas universidades,  y este año codirige la nueva edición del Máster de Neuromúsica de la UCAM y NUS Agency.

En su libro «¿La música distrae?», una obra basada en aproximadamente 200 estudios científicos que expone los beneficios constatados que aporta el aprendizaje musical, se puede contemplar la influencia que tiene la música en las dimensiones físico-corporal, fisiológica, emocional, mental, social y espiritual. Cuéntenos…

La música puede definirse como un estímulo multimodal, es decir, que en origen es un estímulo físico que una vez que es traducido en impulsos nerviosos y decodificados por el cerebro, nos afecta en muchas áreas del cerebro: las partes emocionales, fisiológicas, físicas, mentales. Ante cualquier sonido que escuchamos, aunque sea de una manera inconsciente o consciente, el cerebro ofrece una serie de respuestas, relacionadas con nuestras experiencias, con nuestro pasado. Todo esto afecta a nuestra conducta. El oído es un sistema que permanece activo las 24 horas del día, no podemos suprimirlo. Hay mucha información vibracional que es captada a través del sistema auditivo y de mecanorreceptores situados bajo la piel, y por eso se dice que los estímulos sonoros o musicales son muy poderosos.

 

¿Cómo funciona el cerebro frente a los estímulos musicales?

Un estímulo musical, procedente por ejemplo de las cuerdas de una guitarra, genera unas ondas acústicas que modifican la presión atmosférica que existe en ese medio elástico que es el aire; y todo ello se transmite en forma de vibraciones u ondas sonoras. 

Se transmite una energía acústica. Tenemos un sistema auditivo que es sensible a los cambios de presión atmosférica. Captada la información acústica por el pabellón auditivo, el tímpano se mueve, siguiendo el ritmo o variación de la presión atmosférica, traslada el movimiento a los tres huesecillos, que a su vez lo trasladan a una membrana (basilar) situada en el oído interno. Finalmente, en una parte muy pequeñita del oído interno, llamada órgano de Corti se produce un cambio energético de movimiento a potenciales de acción (impulsos nerviosos o bioeléctricos).

Así, toda esta primera fase de movimiento es convertida en impulsos nerviosos, que a través del octavo par craneal (nervio auditivo y vestibular) se transmite hacia el cerebro. En el paso por el cerebro hay distintas áreas (tronco encefálico, áreas subcorticales) con distintas funciones, hasta que finalmente, se alcanza la parte donde se decodifica esa información (área cortical auditiva). De ahí, hay diversos bucles con conexiones con otras áreas de otros lóbulos, incluso con el órgano de Corti, así como partes subcorticales relacionadas con la memoria y las emociones. El sistema auditivo es el más rápido de todos los sistemas sensoriales, con tan solo, aproximadamente, 30.000 células sensitivas auditivas situadas en el órgano de Corti.

Jordi A. Jauset
Jordi A. Jauset. Foto: Linus Orpí

Las áreas cerebrales más relevantes para la neuromúsica durante el proceso de escuchar música son el Núcleo Accumbens, la Amígdala, el Hipocampo y la Corteza Prefrontal. ¿Qué importancia tienen estas áreas para la neuromúsica?

Estas áreas que has citado forman parte del sistema límbico, subcorticales y corticales, y son las que gestionan nuestras emociones; es decir, cuando escuchamos una melodía que nos recuerda a algo que escuchamos hace muchos años, se están activando todas estas áreas. Al activarse se generan cambios en los niveles de segregación de unas moléculas químicas denominadas neurotransmisores, que son las que permiten la transmisión entre neuronas. En función de cuales sean sus niveles, nos afectan directamente a nuestro estado de ánimo y, por tanto, a nuestra conducta.

Por ejemplo, si escuchamos una canción que nos gusta tanto que nos eriza el pelo de la piel, en esos momentos, medido a través de neuroimágenes, se está produciendo un mayor nivel de dopamina en determinadas áreas de nuestro cerebro. Esos niveles se traducen en un aporte de energía y a partir de ahí, estudiando y observando todos estos fenómenos, y otros similares, es cuando se ve la posibilidad de comprender por qué la música puede utilizarse para mejorar la calidad de vida.

 

¿Cuál es la diferencia entre ritmo, melodía y timbre?

El ritmo musical es la situación y duración temporal de las notas en el intervalo de tiempo definido como compás. La melodía es la sucesión de las notas musicales, aquella parte que fácilmente reconocemos y que suele estar interpretada por un violín, una guitarra, un piano,…es la que llega más directamente a nuestras áreas emocionales. La parte rítmica ya es de alguna forma interpretada en el tronco encefálico y en el hemisferio izquierdo, es la que nos induce al movimiento. El timbre viene definido por la información frecuencial del sonido, por el conjunto de frecuencias (parciales o armónicos). Es la característica que nos permite diferenciar si esa nota musical que escuchamos procede de uno u otro instrumento (violín, piano, guitarra, trompeta,…). Por eso se le denomina, también, como el “color” del sonido.

 

¿A todo el mundo le afecta el ritmo de la música?, ¿Pueden existir personas que no capten la melodía?

Teniendo en cuenta que la música o el sonido son los resultados de un proceso cerebral, si existe algún daño en alguna parte del cerebro que forme parte del circuito que procesa dicha información -aunque el sistema auditivo esté perfecto- no podrá diferenciarse. Hay personas que no pueden percibir el ritmo, porque tienen dañadas unas partes importantes del hemisferio izquierdo. También hay personas que no pueden percibir la melodía, porque tienen un daño cerebral en áreas del hemisferio derecho.

De todas formas, el cerebro aunque tenga predominancia de decodificación hemisférica de los distintos parámetros, trabaja de forma íntegra, siempre en red, con partes de ambos hemisferios. 

 

¿Qué tipo de música es la más recomendada? Suponemos que depende del estado en el que estemos. ¿Cuál nos aconseja?

Hay quien dice que todos tenemos implícita una parte de musicoterapeutas pues si estamos tristes preferimos escuchar una canción triste, porque nos identifica con nuestro estado y cuando necesitamos estar muy activos sabemos qué tipo de música será la más apropiada, aunque ser musicoterapeuta es mucho más que complejo que esta simple situación cotidiana. A veces hay personas que cuando salen a correr necesitan escuchar rock and roll o heavy rock, porque ese ritmo de alguna forma se sincroniza con el movimiento del cuerpo y, se sabe que cuando el movimiento se sincroniza con el ritmo musical, el consumo de oxígeno es menor, por lo que nuestro organismo trabaja de una forma más eficiente.

Cuando, por ejemplo, deseamos una rápida recuperación metabólica, después de un ejercicio físico intenso, la escucha de música relajante será la que mejores resultados nos aportará.

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