Micropigmentación oncológica para cicatrices.
Aunque la cita “Lleva tus cicatrices con orgullo” se haya hecha famosa gracias a series sobre vikingos, y que la marca en la frente de un joven llamado Harry Potter siga causando furor en todo el mundo, no todas las cicatrices contribuyen a la autoestima de la persona que las tiene.
Al contrario, muchas cicatrices son el resultado de tratamientos reconstructivos, a veces derivados de un cáncer, por ejemplo. De ahí que muchos pacientes oncológicos deban dar visibilidad a sus cicatrices antes de poder camuflarlas, buscando cuidado y acompañamiento para afrontar la incomodidad que les supone convivir con el recuerdo de lo que la marca significa.
Profesionales como las enfermeras gestoras de la imagen corporal, que hemos venido mencionando en nuestros tres artículos dedicados a la micropigmentación, pueden ser claves a la hora de informar al paciente de todas las posibilidades, y ayudarle a tomar decisiones de acuerdo con unas expectativas suficientemente comentadas, escuchadas y valoradas.
Camuflar una cicatriz no es una tarea fácil. Implica encontrar el mismo color y tonalidad de la piel, por eso la micropigmentación reparadora es una solución óptima. Sin embargo, antes de recurrir a esta técnica, se aconseja esperar por lo menos un año después de una intervención quirúrgica o quemadura; la cicatriz necesita tiempo para madurar y no causar dolor.
Procedimiento y técnica de la micropigmentación para cicatrices
En este contexto de camuflaje de cicatrices, la micropigmentación permite:
- aclarar una cicatriz antiestética
- disimular las secuelas de una quemadura
- camuflar una cicatriz capilar
- atenuar el vitíligo (manchas blancas por falta de pigmento).
Los pigmentos utilizados son de origen natural, con lo cual se toleran bien y no provocan alergias. Estos pigmentos se depositan en las capas superficiales de la piel, en el límite entre la dermis y la epidermis, mediante una serie de pinchazos muy pequeños que se realizan con un aparato llamado dermógrafo.
Dependiendo de si la piel es seca o grasa, o según si tiene un PH ácido o básico, retendrá mejor los pigmentos. Igualmente, hay que tener en cuenta la naturaleza de la lesión. Así, por ejemplo, después de una quemadura, pueden ser necesarias varias sesiones para acercarnos al máximo al color de la piel y obtener un resultado satisfactorio.
Para las cicatrices capilares, provocadas por una lesión, intervención quirúrgica o herida, habrá que tener en cuenta que la zona presentará un grosor distinto, otra tonalidad, y quizás no permitirá el crecimiento de cabello. Aun así, es posible camuflar la zona dañada mediante pequeños puntitos sobre el cuero cabelludo.
En todos los casos, el resultado es indetectable y de efecto inmediato. Durará entre 2 y 4 años aproximadamente, pero como los pigmentos se van desvaneciendo, es aconsejable una sesión de mantenimiento para retocar los colores y reactivarlos.
Por último, cabe destacar la importancia de una máxima profesionalidad, tanto en el ámbito de la aplicación de la técnica, como a lo largo de todo el proceso de acompañamiento en las fases de reconstrucción, camuflaje y retoques posteriores. El paciente merece la atención de personal experto cualificado y preparado para estar a la altura de las circunstancias.