La música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida. Representa un recurso universal para despertar emociones. ¿Sentiríamos lo mismo si viéramos una película sin música? ¿O si no pudiéramos levantarnos el ánimo con una canción? ¿Qué haríamos si no existiera nada para bailar? Ya lo sentenció el filósofo Friedrich Nietzsche: “Sin música, la vida sería un error”.
La música actúa en nuestro cerebro como una liberación de dopamina en estado puro. Si pudiéramos observar la actividad del cerebro en una pantalla mientras se escucha música, podríamos ser espectadores de millones de impulsos, de la generación de neurotransmisores y de su afectación directa a nuestras emociones. Y es que la música está estrechamente ligada a cómo nos sentimos.
Música y cerebro
Este binomio entre música y cerebro ha llevado a científicos de todo el mundo a estudiar su influencia en los ámbitos cognitivo, emocional y fisiológico. Una neurociencia que nos ha desvelado complejos y sorprendentes mecanismos neuronales.
Desde el laboratorio de investigación Brain, Music and Sound de Canadá, describen los mecanismos neuronales de la percepción musical como un proceso en el que, una vez el oído recibe los sonidos, se transmiten al tronco cerebral y de ahí a la corteza auditiva primaria. En consecuencia, estos impulsos viajan a redes distribuidas del cerebro relevantes para la percepción musical, pero también a redes para la música ya escuchada. Como el cerebro crea una base de datos musical, hace que toda respuesta cerebral a los sonidos esté condicionada por la música que se ha escuchado anteriormente.