Rosa Mª Piñeiro: «La atención sanitaria está marcada por desigualdades de género»

Rosa M Piñeiro impacto género en salud

Rosa Mª Piñeiro Albero es Speaker y Consultora en Innovación y Terapias Digitales en Cuidados, Dra. en Ciencias de la Salud y CEO de CUIDAR🟣red. Con una profunda pasión por la igualdad de género y el emprendimiento sanitario, Rosa ha transformado el enfoque de los cuidados, impulsando soluciones innovadoras y personalizadas que mejoran la calidad de vida de las personas.

Con ella hablamos hoy del impacto del género en los cuidados de la salud, de las desigualdades existentes y los desafíos a los que nos enfrentamos para revertir ciertas realidades.

Rosa Mª, hablas de desigualdades en la atención sanitaria, ¿a qué te refieres?

RM: Me dedico a la innovación en cuidados con perspectiva de género, siempre mirando hacia una salud sin barreras personalizada y accesible para todas las personas. En el impacto de género en los cuidados de salud son necesarios algunos avances que debemos actualizar. La atención sanitaria es un derecho humano fundamental y está a menudo marcada por desigualdades tanto de género, por factores sociales, culturales o ideológicos.

Cuando hablo de desigualdades en la atención sanitaria, me refiero a las diferencias en el acceso, diagnóstico y tratamiento que existen según género. Por ejemplo, con patologías como el dolor crónico, los estudios muestran que las mujeres son más propensas a ser infravaloradas. Por otro lado, el sistema de salud ha sido diseñado históricamente con un modelo masculino de referencia, lo que hace que muchas enfermedades específicas de las mujeres estén siendo invisibilizadas y también hay una desigualdad estructural en el sector de los cuidados. La mayoría del personal sanitario somos mujeres y las posiciones de liderazgo y toma de decisiones están ocupadas mayoritariamente por hombres.

Según la OMS, entre un 70% y un 80% del personal sanitario está ocupado por mujeres, de las cuales sólo el 25% ocupamos cargos de liderazgo. En el ámbito digital el 60% de las aplicaciones de salud no incluyen variables de género en su desarrollo. En los ensayos clínicos de nuevas tecnologías de salud, las mujeres siguen estando infrarrepresentadas. Y la digitalización en salud no es neutra. Si no integramos una perspectiva de género desde ya en el desarrollo, vamos a seguir perpetuando desigualdades en pleno siglo XXI.

Dices que el género afecta a los cuidados de salud, desde la investigación médica hasta la experiencia del paciente en consulta.

RM: El género influye en los cuidados de salud de múltiples maneras, desde cómo se diseñan los estudios de investigación hasta la experiencia diaria de los pacientes en consulta. Estas diferencias se traducen en desigualdades en casos de dolor crónico o trastornos autoinmunes. Muchas pacientes han reportado sentirse infravaloradas o recibir diagnósticos de origen psicológico en lugar de un tratamiento adecuado.

También hay una carga de género en los cuidados. Las mujeres seguimos asumiendo mayoritariamente el rol de cuidadoras, lo que impacta en nuestra salud física y mental, priorizando el bienestar de los demás antes del propio y dejando de lado tratamientos necesarios.

Por eso, hablar de impacto de género en la salud es fundamental para construir un sistema sanitario más equitativo, donde la atención al diagnóstico y la prevención sean realmente personalizadas y hacia todas las personas.

¿Las mujeres envejecen peor porque se cuidan menos para atender a otras personas?

RM: Hombres y mujeres envejecemos de manera diferente, pero, además, las mujeres tienen la sobrecarga de cuidar a niños, a personas mayores, hay personas mayores cuidando de personas mayores, y esa sobrecarga nos hace envejecer de manera diferente y repercute en la calidad de vida.

Esto se transforma en estrés crónico, en enfermedades crónicas que tampoco tenemos definidas, en agotamiento, etc. Claro que las mujeres cambiamos y tenemos más voz, pero es muy lento. El cuidado es muy invisible a los ojos de muchos y es la base de una calidad de vida maravillosa, de envejecer mejor, de poder avanzar en tu estrategia diaria. El cuidado, a parte de ser invisible, está en manos de mujeres.

"Las mujeres tienen una sobrecarga que repercute en la calidad de vida. El cuidado, invisible a los los ojos de muchos, está en sus manos"

¿Crees que las mujeres jóvenes están cambiando este rol?

RM: Está todo muy sumergido todavía. En plena actualidad tenemos brechas salariales, la mujeres viven excesivas presiones externas, está la violencia de género que es una lacra, etc. Las mujeres tenemos voz, tenemos que sacar todo el talento que llevamos dentro, desarrollarlo y ponerlo al cuidado de nosotras y de los demás. Cuando te cuidas y cuidas a los demás es el avance de bienestar y el único que hay.

Nombras diferentes desafíos que persisten en el tiempo como brechas en el acceso a la atención sanitaria, estigmatización de la salud masculina, discriminación a personas transgénero, el rol de cuidadora que recae en la mujer, etc. ¿Cómo podemos cambiar cada una de estas realidades?

RM: Para cerrar las brechas en la atención sanitaria, es imprescindible fortalecer al profesional de enfermería como la puerta de entrada al sistema sanitario. Nosotros apostamos por la implementación de  modelos de atención avanzados en los que la enfermera lidera estrategias de prevención y de cuidado personalizado, evitando desigualdades y asegurando que cada persona reciba la atención que necesita sin barreras económicas ni de género.

En referencia a la estigmatización de la salud masculina, el motivo es que los hombres suelen acudir tarde al sistema sanitario por modelos de masculinidad que se asocian al autocuidado como una debilidad. Desde enfermería también podemos cambiar esto promoviendo espacios de educación y promoviendo una interconexión a la comunidad hacia el autocuidado y la prevención.

Esa discriminación a personas transgénero en la atención sanitaria son obstáculos que tienen de servicios, hasta la falta de protocolos  para una atención adaptada y personalizada. Buscamos también una enfermería capacitada en esa diversidad y en garantizar una atención respetuosa libre de prejuicios con planes de cuidados y que respondan a necesidades reales. Asimismo, respecto al rol de la cuidadora, queremos visibilizar la importancia desde enfermería en la creación de programas, trabajar con mujeres mayores y adolescentes.

En enfermería tenemos un punto clave de acción y transformación en esta plena actualidad y es lo que promuevo para poder hacer lo que realmente sentimos. Nuestra labor es comunitaria con una creación de redes y cambios de mentalidad hacia un cuidado más integral y en equilibrio.

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¿Es necesario formar a los futuros profesionales de la salud con nuevos valores y nuevas éticas?

RM: Es necesaria una perspectiva de género. Los y las sanitarias y muchos otros profesionales no tienen una perspectiva de género y cada vez hay más conciencia sobre estas diferencias en la atención entre hombres y mujeres y se están empezando a desarrollar estrategias para reducir esos sesgos de diagnóstico y tratamientos, pero de una forma diferencial para las mujeres.

Promovemos enfoques de salud con perspectiva de género, incluyéndola en casi toda la dinámica porque no está. Se trata de incluir la palabra género con todo su potencial en toda la diversidad de cuidados.

Políticamente, ¿los Gobiernos deben asumir mayor responsabilidad?

RM: Sin duda, la responsabilidad de transformar el sistema sanitario no puede recaer solamente en los profesionales, que ya tenemos muchas ganas de formarnos y mejorar, pero la vida avanza más rápido que el sistema.  Los gobiernos deben asumir un papel activo, comprometido y valiente en la creación de un modelo de salud más equitativo, sostenible e innovador.

Desde Cuidar en red defendemos que las políticas públicas deben priorizar cuidados, humanización, digitalización, equidad, alfabetización ciudadana, etc. Debemos ir todos a una para crear unidad. Invertir en cuidados es invertir en salud.

Los profesionales sanitaros necesitan un cambio de paradigma para poder avanzar y es necesario incorporar esa perspectiva de género y salud de verdad, estableciendo estrategias y protocolos. También se debe invertir en formación, en una nueva ética de cuidado, una nueva forma de cuidar y de habitar.

Y el resto de la sociedad, ¿cómo puede colaborar en este sentido?

RM: Es una responsabilidad de todo nuestro entorno. Los sanitarios somos agentes de cambio, pero toda la sociedad podemos romper estos estereotipos y visibilizar el papel de los cuidados, que es la base para un bienestar, una mejor calidad de vida e incluso para el movimiento económico. Más gente cuidada, más gente en productividad, en gestión y generando otra manera de formular la atención sanitaria y a las personas.

Debemos fomentar la corresponsabilidad, involucrarnos en la sensibilización, hacer campañas, charlas en asociaciones y escuelas y dar protagonismo a esta necesidad en la toma de decisiones, pues ahí deben tener presencia los cuidados.

¿Qué realidad crees que costará más cambiar para mejor? ¿Las barreras económicas, dar voz a personas transgénero y no binarias por ejemplo?

RM: Las barreras económicas siguen siendo una de las principales dificultades, pues son un obstáculo para las personas. Hay personas que no pueden acceder a cuidados porque hay un desequilibrio económico.

Cambiar esto requiere, no solamente un cambio de política sanitaria sino una transformación cultural que entienda los cuidados como un derecho fundamental, accesible para todos sin importar el nivel económico. Y dar voz a las personas transgénero y no binarias es plena actualidad. El reconocimiento, esa inclusión y  atención sanitaria es un gran reto todavía.

Hay falta de formación e información entre los profesionales, hay barreras institucionales y hay una discriminación institucional que es muy potente. Eso solo se cambia con un cambio de mentalidad. Con las desigualdades estamos sufriendo mucho, pero nadie apuesta por cuidados.  Hay que apostar por investigación en cuidados de la misma manera que se investiga en tratamientos.

Para cerrar las brechas en la atención sanitaria es imprescindible fortalecer a un personal de enfermería que garantice atención respetuosa libre de prejuicios"

¿Hay un impacto de las desigualdades de género en el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades mentales (depresión y ansiedad) que tienen una presencia muy superior en mujeres?

RM: Esa es la parte que afecta a mujeres de estrés, ansiedad y peso por la presión externa, sobrecarga e incluso violencia de género. Hay que interceder, apoyar y comunicarnos mejor desde que te llega una mujer para ver más allá de lo que nos está contando. Hay complejidad y se precisa de mucha interconexión para que esto mejore.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), elaboró el año pasado el informe 'Participación justa para la salud y los cuidados: el género y la subvaloración del trabajo de salud y cuidados'. Concluyó que las mujeres representan más del 80% de la fuerza laboral en el campo de la salud y pone el foco en la no remuneración de estos cuidados.

RM: Este informe habla del trabajo de los cuidados y su invisibilidad, la sobrecarga de trabajo en la salud, el trabajo de los cuidados que debe ser reconocido y remunerado y, en resumen, la OMS ha sacado a la luz una realidad que no podemos seguir ignorando.

El trabajo de cuidados es esencial para el bienestar de la sociedad y debe ser justamente remunerado y reconocido como tal. Es responsabilidad de todos, instituciones, profesionales de la salud y sociedad, trabajar para que las mujeres, como mayoritarias en este campo, reciban el respeto, las condiciones laborales y reconocimiento que se merecen.

En conclusión, ¿qué hace falta? ¿Educación, concienciación, nuevas políticas, cambios en las estructuras sociales…?

RM: En resumen, hace falta replantear políticas de cuidados, asumir el trabajo de cuidados como una prioridad social, incorporar la igualdad de género en los planes de cuidados, crear sistemas de salud equitativos y sostenibles que vayan acompañado de sensibilización y educación, y ese compromiso de la sociedad. Queremos que el trabajo del cuidado se reconozca como una responsabilidad colectiva brindando igualdad de oportunidades.

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