¿Existe el sesgo de género ante la elección de un instrumento musical?

Elección de un instrumento musical
Tiempo de lectura: 6 minutos

Un día, haciendo scroll en Instagram, me topé con una publicación del creador digital César L. (@artesindormirte), cuyas palabras de cabecera rezan: “Si eres chica a tocar la flauta, y si eres chico al trombón. ¿Tienen los instrumentos musicales género?”. Instantáneamente empecé a pensar. ¿Por qué efectivamente parece que algunos instrumentos son “masculinos” y otros “femeninos”? 

Antes de empezar a hablar sobre dicotomías y debates binaristas y extensos, tal vez deberíamos pensar en la propia construcción de género y la imposición o (pre)disposición indirecta en la infancia, donde se nos encasilla según unos estereotipos y unas construcciones socioculturales. Unas estructuras que sólo hacen que colocarnos donde, supuestamente, debiéramos estar. ¿Qué es femenino y qué es masculino? ¿Qué deberían representar estas figuras? ¿Qué significa asumir un rol como hombre o mujer en la industria musical? ¿Realmente tienen género los instrumentos musicales? Si esto realmente es así, ¿cuáles son las causas que motivan esta elección?

Es más que crucial recordar que el discurso histórico tradicional ha sido elaborado desde una perspectiva androcéntrica; y que, ante este debate también valdría la pena hablar de la importancia de la representación y de cómo los roles de género como construcción sociocultural han influenciado en estas elecciones

Elección de un instrumento musical

Como cita César L. en su canal divulgativo de arte y música, “ya en los 70, Harold Abeles y Susan Yark Potter, de la Universidad de Columbia, demostraron que desde el jardín de infancia los niños empiezan a hacer separación de género en los instrumentos musicales”. Como pone él mismo sobre la mesa, quizás no sería tan descabellado pensar en una correlación causal por estereotipos de género cuando nos referimos a la elección infantil de instrumentos. 

Esta afirmación la vemos respaldada por un estudio del 2012 realizado por Mª Carmen Sansaloni en el que investigaba la existencia del sesgo de género en los estudiantes del Conservatorio Superior de Valencia que demostró que, “los datos muestran que de las 27 especialidades, 8 tienen presencia mayoritariamente femenina y las 19 restantes masculina.” La investigadora habla de la preponderante presencia masculina en la mayoría de especialidades, como por ejemplo en “Clave, Composición, Contrabajo, Dirección de coros, Dirección de orquesta, Fagot, Guitarra, Jazz, Órgano, Percusión, Piano, Saxofón, Trompa, Trompeta y Tuba”. 

César L. (@artesindormirte): “ya en los 70, Harold Abeles y Susan Yark Potter, de la Universidad de Columbia, demostraron que desde el jardín de infancia los niños empiezan a hacer separación de género en los instrumentos musicales”

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Vemos, además, que las cifras que hablan del predominio masculino superiores al 90% del alumnado se encuentran en “las especialidades instrumentales de Trombón, Trompeta y Tuba”, datos que muestran que la presencia masculina es casi absoluta, como por ejemplo ocurre en la familia del viento-metal. 

¿Tan solo una tendencia? ¿Correlación que no implica causalidad? ¿O tal vez influencia directa que proviene de diversas causas antropológicas o psicológicas? Que los roles de género nos condicionan en cómo construimos nuestra propia identidad, eso ya lo sabíamos. Pero sigamos con el estudio y veámoslo en el caso de las mujeres. Sansaloni resuelve que las especialidades femeninas por excelencia son las de Clarinete y Canto, y la familia predominante, la de la cuerda. Y por ejemplificar un poco más, en una de sus conclusiones comenta que “la especialidad que presenta el porcentaje mayor de presencia femenina global es la de Flauta travesera, con un 67.87%.”

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¿Tendencia o influencia? ¿Qué influye en la elección de un instrumento musical?

¿Realmente estamos condicionados por la imposición de género y los estereotipos en el momento de escoger un instrumento musical? A ello os respondo: sí. Y pudiéndome quedar bien tranquila lanzando el titular y poniendo punto y final a este artículo, vuelvo a recurrir a los estudios como acto de fe. O, mejor dicho, esta vez recurro a la cultura: a nuestra cultura universal. 

Vayamos a la distorsión de la figura de la mujer versión ateniense. Según el mito que hace referencia al aulós u oboe doble -el instrumento más importante de la antigua Grecia que se asimila a su versión moderna por los oboes o los fagotes-, éste fue creado en una intervención divina por la diosa Olímpica Atenea. Sin embargo, según se dice en la mitología, la diosa decidió abandonarlo cuando, mirándose en el reflejo de un arroyo movida por las burlas de Hera y Afrodita, se dio cuenta de que al tocarlo -soplando- se le deformaban las mejillas. Así, lo tiró al suelo y lanzó una maldición a todo aquel que lo tocara. El instrumento, entonces, cayó en las manos del sátiro Marsias, que se especializó en él y lo introdujo en Grecia hasta llegar a retar a Apolo, Dios de la música por excelencia.

Así que aquí tenemos unas cuantas referencias musicales hegemónicamente masculinas que pueden decirnos mucho, si nos atrevemos a mirarlas bien de cerca. “La diosa lo inventa, pero otorga ese don musical a los hombres”. Vaya. ¿Presión estética? ¿Fábula, cuento, leyenda, mito? Podemos buscar ejemplos y argumentaciones allá donde queramos. 

Sin importar que las causas de estas elecciones musicales fueran por una cuestión estética o por el legado que nos deja el mito o qué sé yo, llevémoslo al plano actual. Como describe la historiadora especializada en el estudio de la historia de la mujer Mary Nash, “el género representa una categoría sociocultural que cambia históricamente y cuyo significado también puede variar en el tiempo.

A su vez, construyen una relación de poder, una relación jerárquica que articula las relaciones sociales asimétricas y desiguales entre hombres y mujeres. Desde esta perspectiva se trata de un concepto relacional.”

Mary Nash: “el género representa una categoría sociocultural que cambia históricamente y cuyo significado también puede variar en el tiempo.

La perspectiva sociológica nos habla de esos condicionamientos sociales y barreras que han impedido, y todavía impiden, el acceso de mujeres y hombres a ciertas especialidades que “están destinadas para el otro”. Hombres y mujeres son víctimas de igual modo de esta imposición y de este sesgo de género. ¿Por qué el viento y la percusión son de hombres? ¿Por qué, en su contrapunto, la cuerda es para mujeres? Tal vez se pueda hablar de tímbrica, de estética o de afectos conceptuales. O tal vez, quizás, no debamos obviar cómo estos aspectos están intrínsecamente ligados a la “norma”, a lo socialmente aceptado.

Aquí, el debate nace cuando, como ciudadanos y artistas, pensamos más allá de la discriminación en sí misma y nos preguntamos el número de personas que, como bien dice César L., “no escogieron el instrumento que amaban por presiones de género. O a cuántos se les hizo creer que su instrumento actual era el que amaban”. 

La importancia de la visibilización ante la elección de un instrumento musical

Entonces… Desde luego, yo no me atrevería a discernir de qué modo influye la elección de un instrumento u otro en el éxito musical de una persona sin hablar de la importancia de la educación, de la visibilización, de la desestigmatización

La realidad es que aún queda mucho camino por recorrer y hay que trabajar esa confianza en la sabiduría de los más pequeños, desmitificando los estereotipos tras las especialidades musicales y la elección del propio instrumento. Y eso se hace desde el primer referente -padres o familiares- a la escuela, los medios de comunicación y las redes sociales. 

El debate real nace de la identidad como definición propia. Como dice la pensadora Leonor Vargas, “para permitir a alguien tener una identidad no se puede ir en contra del desarrollo de la misma.” Y todo individuo, y desde luego todo artista, represente al género que sea, merece tener y poseer una identidad que le defina más allá de unos roles arcaicos, obsoletos y absurdos impuestos indirectamente por una tendencia que proviene de una discriminación real que se dio en el pasado, a lo largo de los siglos y durante el transcurso de los años. 

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