Sexo, música y vida: a propósito del (des)amor

Sexo y musica
Tiempo de lectura: 6 minutos

¿Cómo desprendernos de la música cuando siempre nos acompaña, nos consuela y nos encuentra? Este es un relato ficcionado que se presenta en forma de crónica periodística literaria y que incide en la fuerza de la música dentro del amor, el desamor, la vida, el arte, los recuerdos y el ser humano.

Las paredes de los pasillos del Teatre Lliure, teñidas de gotas de sangre tan voluminosas que casi se pueden arrancar con la mano, son el preludio de todo lo que sucederá durante hora y media dentro de la sala; y, claro, durante la consiguiente conversación que iban a mantener, más tarde y supuestamente para luchar por todo lo venidero: desconcierto, impacto, estupor.

Cuatro pelucas escaroladas de la fila seis se mueven al unísono, en un baile provocado por la risa que suscitan los chistes de los actores. Una de ellas porta en una mano The International Best Seller y un puñado de hojas arrugadas que hacen las veces de punto de libro. La otra, desprovista de objetos, le sirve de batuta para acompañar la sinfonía -o grajeo y cacareo- previo a la excitación que provoca ver, de nuevo, una obra tan clásica y reestrenada como la de esa tarde. Las cuatro pelucas vuelven a bailar al son de la risa desenfadada. Ahora, un estruendo musical casi parece engullir toda la sala:

“This must be love, cause it's really got a hold on me A hold on me”

Sexo y musica 3.0

“¿Qué broma macabra es esta?” Pienso. Un escalofrío recorre mi espinazo y, es entonces, cuando abro los ojos. Hallo mi cuerpo por enésima vez  bloqueado, paralizado y en tensión. Joder. He vuelto a soñar otra-vez-lo-mismo. El tic tac del reloj que sobrevuela mi cabeza me hace despertar -más y definitivamente- de mi ensoñación. El simple pensar en intentar evadirlo me molesta. Los versos de esa maldita canción martillean mis oídos y mis tímpanos.

Decido volver de nuevo a la carga. Intento volver al estado de paz previa y momentánea en el que me encontraba antes de todo esto, antes de evocar de nuevo todo lo que me ha hecho recordar esa canción. Y aquí estoy, intentándolo de nuevo. Son las tres en punto de la mañana y yo solo pienso en qué estará haciendo, en cómo nuestra historia desembocó en toda esa maraña imposible de deshacer, cuándo se inició realmente la hecatombe. Me duelen las piernas y lo único que quiero es volver a mi casa, a mi hogar, y descansar. No lo consigo. De nuevo, esos versos de esa inocente canción -a priori- me encuentran, abstraída. Parece que ese sonido pertenece a un bucle infinito del que no consigo salir.

“Can't stop the feeling, I've been this way before But with you I've found the key to open any door”

Aunque, sí, voy a dejar de negarlo, ahora es ella quien me encuentra. Ese peinado alborotado que me invade y prende por dentro, y me acciona, y pulsa todos los botones que existen en mi cuerpo me avisa: “estás entrando en estado de alarma.” Ahora tu pelo se deshace y se mimetiza con el perfil suave de tu cara, con tus ojos color caramelo, con esa mirada que no puedo quitarme de la cabeza. Y como la conjunción oculta de lo que debería haber sido siempre, nos fundimos en una simbiosis erótica que hoy ya no es muda, porque de fondo suena Whitesnake. Y yo, en una firmeza totalmente ensayada y nada creíble, tiemblo por fuera y por dentro cada vez que me cantas bajito, tierno y sensual al oído.

Joder. Otra vez me despierto. Y ese rumor que me acompaña en algunos delirios oníricos en los que la veo se hace más y más presente. Y me recuerda y me transporta allí, justo a ese instante, a esas butacas de plástico duro al más puro estilo de un ambulatorio, que presenciaron -junto a todos los espectadores del teatro- cómo todo entre nosotras se quebraba. La decisión, unánime, casi es lo de menos.

La luz, que ha oscurecido toda la sala, cambia de color, y las gotas de sangre del pasillo del teatro se diluyen en un haz que recorre todo el escenario. Ante el pasmo y los chismorreos paralelos de muchos de los asistentes a esa particular performance del desamor, yo salgo de allí a trompicones para nunca mirar atrás. Y todo acaba.

Fuera, la lluvia. Las calles del barrio de Gràcia se empapan. Y me presupongo que, con ellas, también lo hacen las mentes de los que salen por la puerta del teatro, rezando para que las gotas que caen hagan deslizar el estupor producido por la obra de teatro y la guinda que le hemos puesto a la velada.

Sexo y musica 2.0

Entonces, me pregunto: ¿qué hago aquí?

No lo sé, me niego a aceptarlo. Pero tal vez, solo tal vez y como dijo Dostoyevski en El idiota, tal vez… “La belleza salvará el mundo”. Y tal vez parte de esa belleza la componga la música, la componga aquella canción. Porque ante la vida como argumento, ante la vida que atrapa, engulle y ahoga, ante lo negado, esa canción que escuchas (en bucle) para poder recordar -y dolerte, aún más-, te sirve como salvavidas. Como vía de escape. Como ‘un ratito más’ con las agujas del reloj detenidas.

Y lo cierto es que, a veces es tan sencillo como eso: aceptar lo que ya fue y dejarlo ir, dejarlo volar. Y tal vez, de nuevo, solo se trate del sexo en la búsqueda de la música, del amor, de la vida. De dejar sonar la canción y de dormirse de nuevo. 

«He cosido en mí todas las canciones que te describen. Y ya no sé cómo desprenderme de ellas.»

*Todos los personajes de este relato responden a la creatividad de su autora. Cualquier similitud o parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales, es pura coincidencia. La única verdad que se puede extraer de este texto la podemos encontrar en el tema Is This Love del grupo Whitesnake.

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