El cosmético y su evolución. Historia del maquillaje

historia del maquillaje

La evolución de la historia del maquillaje​

La historia del cosmético y el maquillaje es tan antigua como el hombre, ya que han ido evolucionando paralelamente. Esta evolución ha ido también de la mano de todos los cambios acontecidos a todos los niveles: social, político, económico y cultural, ejerciendo una influencia notable tanto en su fabricación como en su uso.

Desde los principios del hombre incluso en la Prehistoria, ya utilizaba diversas técnicas de pintura corporal como signo de protección o para la caza; y para ello utilizaban materiales como barro rojo o grasa de reno. También se empezó a utilizar el Aloe Vera para diversas patologías de la piel.

En Asia buscaban una tez luminosa, radiante, uniforme, blanca, sin imperfecciones, como si fuera porcelana. Lo conseguían con aguas de plantas exóticas y para blanquearla utilizaban polvos de arroz. Para realzarla más se teñían los labios con pigmentos de color rojo, extraídos de productos naturales: flores, cera de abejas, madera de sándalo o polvo de perlas.

En Japón se pintaban las cejas, los bordes de los ojos y los labios con pétalos de cártamo triturado. Y en la India empleaban una crema germicida de cúrcuma y un compuesto de harina y cáscara con leche para eliminar las células muertas.

En la cosmética de América utilizaban tierra coloreada, carbón, tiza y sangre de animales como pintura corporal como signo de guerra o de reconocimiento de pertenencia a una tribu. El tipo de dibujo y los colores empleados definen la finalidad de la pintura, pero también era utilizada como ornamento en ceremonias.

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Para el Extremo Oriente, utilizar el colorete  y la pintura labial, con una pintura hecha de hormigas, escarabajos y arcillas rojas era habitual. Para los ojos usaban kohl y sombreaban sus párpados con polvos de escarabajo mezclado con malaquita. Además,  se aplicaban en el rostro mesdemet  (pigmento hecho con estibina y galena). Otros productos muy usados fueron el polvo de oro y el kalu.

Para exfoliar la piel hacían una mezcla de alabastro, natrón rojo, sal y miel, a veces se le agregaba mostaza, fango y azufre, después humedecían la piel con ungüentos hechos de aceites vegetales o animales (hipopótamo, cocodrilo y gato). La leche de burra, harinas de avena y habas, levaduras, miel, arcilla, caracol y aceites de palma, cedro y almendra, eran también utilizados para cremas y cosméticos. 

En Grecia en cambio, tenían en cuenta bases más científicas: la palabra cosmética procede del griego Kosmetos, que significa buen orden, adorno u ornamento. Los helenos establecieron cánones de belleza y  culto al cuerpo. El maquillaje se utilizaba de forma muy natural y utilizaban compresas de cera caliente para las arrugas, aceites y diferentes preparados de flores. Para mantener un cutis impoluto y blanco, comían grandes cantidades de comino, se pintaban la cara con blanco de plomo y se aplicaban moras trituradas como colorete o con mezclas de especias como el azafrán.

Durante el Imperio Romano, Galeno inventó la crema fría para proteger la piel, compuesta de agua de rosas, aceite de almendras y cera de abeja. Las mujeres elaboraban una mezcla de habas con caracoles secos al sol para las arrugas o de aceite de oliva y una crema de higo, banana, avena y agua de rosas. Utilizaban también mascarillas con astrágalo hervido o de vinagre, miel y aceite de oliva para aclarar la piel.

La  Edad Media,  en cambio, fue bastante sobria. Se deseaba el cultivo de la belleza espiritual y no de la corporal. Así que los cosméticos no prosperaron mucho durante esta época y entraron en desuso por razones religiosas. A pesar de lo que dijera la Iglesia, se seguían utilizando productos como el zumo de fresas o una mezcla de raíces de lila con harina de trigo y arsénico.

Con el inicio del Renacimiento vuelve la belleza y el placer. Se utiliza la tintura de árnica, bujelladas, cerilla, clarimente, agua de cebada, solimán o blanco de plomo. Las mujeres usaban los cosméticos exageradamente. Tal era la afición, que hasta las religiosas se dice que iban pintadas bajos sus velos.

En Francia durante los S. XVII-XVIII el “arte de la toilette” entró en una época de oro, utilizaban mucho pomadas, aguas y esencias. El maquillaje de la Corte consistía en el colorete, las moscas y el empolvado a la mariscala.

En Europa se puso de moda utilizar arsénico y plomo para blanquear la cara, pero producía saturnismo. Incluso algunos médicos recetaban píldoras de arsénico para provocar palidez, en otros países en cambio se lavaban la cara con su propia orina.

Más tarde, durante el Imperio Napoleónico, se renueva el uso del cosmético y se introducen masajes,  dietética y cirugía estética. Su producción y comercio se empezó a realizar mediante revisión científica.

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El Romanticismo supuso una  idealización de la figura de la mujer, la cual tenía que ser hermosa, de ojos grandes, mirada lánguida, facciones delicadas, delgada y sobre todo de sentimientos puros; por tanto, se eliminaron los tonos rosados en las mejillas, y para palidecer la cara bebían vinagre y agua de comino que les daba un brillo a sus ojos como de fiebre.

En el  S. XIX las mujeres utilizaban belladona para hacer que sus ojos parecieran más luminosos y el maquillaje lo fabricaban los farmacéuticos que incluían mercurio y ácido nítrico. Pero el maquillaje estaba mal visto: actrices y prostitutas eran despreciadas, pero seguían utilizando cosméticos dentro de casa: mascarillas de avena, miel y yemas de huevo o polvo de arroz o jugo de remolacha.

Durante el S. XX-XXI, el cosmético ha evolucionado gracias a avances en química y ciencia, llegando a  conseguir una cosmetología inteligente. Con la finalidad de retrasar el envejecimiento y evitar la aparición de enfermedades, se crea un cosmético con acción terapéutica que resulta de la intersección de farmacia y cosmética.

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